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Argentina y el respeto a las alianzas estratégicas

Texto de Guillermo Acerbi

Buenos Aires (27 de febero de 2008). Si bien el marco de cooperación y trabajo entre la Argentina y China se mostraba ciertamente promisorio a partir de la firma de los compromisos comerciales asumidos en 2004, el 16 de agosto de 2007 el gobierno argentino anunció medidas que limitaban las importaciones de mercaderías procedentes de algunos países asiáticos. Según el anuncio, las restricciones serán selectivas y no afectarán a países en sí, sino a determinados productos provenientes de los estados de la denominada “Zona Aduanera 4”, entre los que se encuentra China.

Aún cuando la intención oficial del anuncio pretendió “regionalizar” la restricción, quedó muy claro que la medida apuntaba directamente a los productos procedentes de China, instancia que impulsó la decisión presidencial “necesaria para proteger a la industria nacional” y a la vez “cuidar a los consumidores locales del ingreso de productos que pueden no respetar las normas de seguridad”. Los rubros objetados a los que se aplicará el régimen de licencias no automáticas y se les exigirán requisitos adicionales para su importación son: Marroquinería (de plástico y textil), neumáticos y llantas (se exigirán mayores controles de calidad), bicicletas, productos informáticos e insumos para calzado (capelladas), entre otros productos.

Como consecuencia directa de la medida, el Ministerio de Comercio Chino rechazó terminantemente la decisión Argentina, destacando que “el acto de la parte argentina contravino sus correspondientes obligaciones multilaterales, lo cual perjudicó los derechos adquiridos a la parte China por la" Organización Mundial de Comercio (OMC). “Siendo uno de los miembros fundadores de la OMC, el gobierno argentino ignoró el reglamento de la OMC, restringiendo el ingreso legal de productos chinos al mercado argentino”. Como consecuencia de esta situación los chinos se reservan el “derecho de tomar las medidas necesarias...”

Por otra parte se han generado algunas asimetrías comerciales muy marcadas que pueden haber influido en la decisión del gobierno. Según un reporte de la Cámara de Comercio Argentina-China y la firma Asia & Argentina (A&A), en contraste con el promocionado superávit comercial de US $ 2.475 a favor de la Argentina que fue récord en 2005, el 2007 exhibe un marcado déficit en la balanza del comercio bilateral, esta vez a favor de China, quien ha diversificado el perfil del comercio bilateral, exportando actualmente hacia la Argentina una cantidad infinitamente mayor de maquinaria y equipos electrónicos que paraguas o baratijas, tal como sucedía años atrás.

En sentido inverso, la Argentina sigue basando sus exportaciones hacia el país asiático en bienes primarios, especialmente en el rubro de los cereales, oleaginosas (semillas y aceites) y los combustibles. Si bien existe una buena cantidad de nuevos bienes con excelentes posibilidades de colocación en ese mercado, pasarán varios años hasta conseguir una penetración comercial tal que nivele la balanza de intercambio.

Hasta el momento se desconocen otros datos relevantes sobre la evolución del diferendo comercial Sino-Argentino, aunque no debe descartarse que las consecuencias dañen en alguna medida la alianza refrendada entre ambos países. El Ministerio de Comercio Chino emitió un duro comunicado en el que se destacan frases como “la parte china no comprende ni acepta de ninguna manera el súbito hecho de que la parte argentina haya tomado medidas de restricción sin ninguna notificación previa y presta una grave preocupación a este aspecto”.

Sin cuestionar en este caso la validez o no de las medidas adoptadas por el gobierno argentino, es la actitud arrogante de sus miembros y la unilateralidad de sus actos las que pueden echar por la borda importantísimas sociedades estratégicas constituidas con otros países. De cara al futuro, y como muestra de respeto a los socios estratégicos de la Argentina, sería deseable que las diferencias que pudieran surgir dentro de este tipo de alianzas sean consensuadas y dirimidas entre las partes por medio de mecanismos de buena voluntad, sin necesidad de convertirlas en un papelón internacional que sólo agrega mayor descrédito para la nación.


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