«...Las alas temblaban bajo el soplo del atardecer.
El motor con su canto mecía el alma adormecida.
Y el sol nos rozaba con su luz lívida...»
Antoine de Saint Exupéry
Base Aérea Militar
"General Urquiza", Paraná (E.R.), año 1945. A una señal del guía,
teniente Vedannia Mannuwal, doy motor a mi "AMB Tronco" y siento
el viento poderoso de la hélice en plena cara. ¡Esto es vivir!
El verano ya se
termina. Es una de esas tardes perfectas de cielo claro y sereno, de
brisa suave y temperatura agradable. Es una práctica de vuelo en
formación, somos tres aviones que decolamos juntos desde el campo de
aterrizaje de la base. En menos de una hora volaremos como un solo
avión. Atentos a las instrucciones del guía practicaremos virajes,
trepadas, picadas y luego aterrizaremos tan unidos como nos fuimos.
El ejercicio exige
concentración y destreza ("muñeca" se decía en esa época) y una cierta
cuota de desafió. Junto con la vibración del motor se sienten los baches
del césped desparejo del campo. Empujo un poco el timón hacia adelante y
la cola se eleva. En segundos tiro suavemente hacia atrás y entonces la
vibración desaparece. Estoy en el aire, me muevo en tres dimensiones, me
siento poderoso, casi como un Dios. Miro al avión guía y trato de
mantener la distancia y la posición relativa. Ya dejamos atrás el campo
y volamos bajo sobre un maizal, subiendo lentamente.
De pronto, el
guía me hace señas con el brazo, insistente. Lo observo
sorprendido sin saber qué quiere. Señala debajo de mi máquina ¿Qué
pasará? Giro la cabeza hacia los lados, no veo nada anormal, no hay
humo, ni ruidos extraños. Muevo los comandos y el avión responde dócil y
sin complicaciones. Vuelvo a mirar al guía y éste comienza a descender
en vuelo casi rasante. Lo sigo. Ahora apunta al suelo donde la sombra de
mi avión corretea por el sembradío. Casi enseguida me doy cuenta de lo
que sucede: ¡Se me desprendió una rueda!
Muevo los planos en
señal de entendimiento y rompo la formación para retornar a la base. ¿
Qué hago? Pocos meses atrás me recibí de piloto militar, no tengo mucha
experiencia de vuelo y nadie, en los cuatro años de escuela, me ha
preparado para esta emergencia. No tengo la menor idea de cómo salir de
esto.
De golpe, la tarde
apacible se ha transformado en una encrucijada que puede costarme caro,
tal vez ésta sea la última tarde de mi vida. Los otros dos aviones
aterrizan e, inmediatamente, dan la voz de alarma. Yo, mientras tanto,
doy vueltas alrededor de la base sin tomar una decisión.
Estoy solo en el aire e
incomunicado (los Troncos datan de los tiempos en que las radios no se
habían inventado). Ver en tierra al camión de bomberos y la ambulancia
colocándose en posición es a la vez tranquilizador y alarmante. Por
momentos me vienen a la mente las imágenes de los compañeros que ya no
están, aquellos que murieron en accidentes. Recuerdo el olor a carne
quemada. ¿Seré uno de ellos hoy? Lo que más me asusta es morir quemado,
capotar con el avión y derretirme con él en una masa irreconocible...
¡es tan fácil!
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Los aviones de la familia
"Tronco" constituyeron la primera serie de escala industrial
encarada por la Fábrica Militar de Aviones, que construyó 61
ejemplares entre 1934 y 1936. Asignado a misiones de
entrenamiento y observación, fue un modelo bastante apreciado
por los pilotos de la aviación militar argentina, quienes lo
emplearon hasta 1946. A pesar de ello, sus variantes más viejas
sufrían deficiencias de control direccional que provocaron no
pocos accidentes. En la imagen observamos el ejemplar número 22,
un Ae.M.O.1, accidentado en las afueras de Paraná el 22 de
agosto de 1936 (foto vía Marcelo W. Miranda). |
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Decido quedarme con la
menor cantidad de combustible posible y, como pichón asustado, revoloteo
alrededor del nido, pensando. Recuerdo una película en la que un avión
averiado aterriza en un portaviones, le falta una rueda y el piloto
espera hasta último momento para apoyar la pata manca, aterriza, gira y
se detiene. Se salva. Decido hacer lo mismo.
Ha transcurrido casi
una hora, es momento de intentarlo. Busco el mejor lugar del campo, lo
circunvalo por última vez y con el viento de frente comienzo el
aterrizaje. La obsesión de quemarme vivo crece en mi garganta. Voy a
detener el motor antes de aterrizar, cortaré el flujo de combustible.
Eso reducirá el riesgo de incendio, pero me exige absoluta precisión
pues una vez que se pare el motor a poca altura no habrá espacio para
volver atrás e intentarlo de nuevo.
Me concentro. Desciendo
lentamente y ya sobre el campo apago el motor. El silencio que me
envuelve es solo interrumpido por el sonido siseante del viento. La
rueda que queda casi roza el pasto. Levanto el ala del lado opuesto y
finalmente carreteo por el césped, estoy aterrizando. Por un momento
eterno me deslizo en una rueda por la superficie. Lucho por mantener la
otra ala levantada y, a lo lejos, escucho las sirenas que vienen a mi
encuentro. Por fin, ya casi detenido, cede el ala y se apoya suavemente;
el avión gira sólo un poco y se detiene.
¡Lo logré! ¡Estoy vivo!
Me desembarazo del cinturón de seguridad y salgo fuera de la cabina. Las
piernas apenas me sostienen. Ya sobre el ala, sonrío, respiro
profundamente y miro alrededor. La tarde y Dios sonríen conmigo. Los que
llegan me palmean la espalda y me dan la mano felicitándome. Soy feliz,
soy dueño del mundo. Aquella noche en el casino de oficiales, hago honor
a la costumbre aeronáutica por la cual todo piloto que salva su vida
invita una copa. La mesa de vermú me cuesta treinta y siete pesos (gano
noventa por mes); pero no me parece tan caro. Y no me canso de contar la
experiencia...
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Familia
"Tronco" - Especificaciones comparadas
Variante |
Ae.M.O.1 |
Ae.M.Oe.1 |
Ae.M.Oe.2 |
Envergadura |
12,30 m |
11,80 m |
11,80 m |
Longitud |
7,85 m |
7,95 m |
8,20 m |
Altura |
2,70 m |
3,40 m |
3,70 m |
Superficie alar |
19,00 m2 |
17,52 m2 |
17,52 m2 |
Peso vacío |
950 kg |
996 kg |
1.003 kg |
Peso máximo de despegue |
1.434 kg |
1.471 kg |
1.478 kg |
Carga alar |
75,00 kg/m2 |
84,00 kg/m2 |
84,40 kg/m2 |
Velocidad máxima |
220 km/h |
215 km/h |
220 km/h |
Velocidad de crucero |
190 km/h |
190 km/h |
195 km/h |
Velocidad de aterrizaje |
95 km/h |
95 km/h |
90 km/h |
Techo de servicio |
5.500 m |
5.000 m |
5.000 m |
Techo absoluto |
6.200 m |
6.200 m |
6.200 m |
Régimen de trepada |
250 m/min |
250 m/min |
250 m/min |
Autonomía |
4:45 hs |
6:00 hs |
5:45 hs |
Alcance |
926 km |
1.140 km |
1.120 km |
Período de producción |
1934-1935 |
1936 |
1937 |
Matrículas |
1 a 41 |
42 a 47 |
48 a 61 |
Cantidad |
41 |
6 |
14 |
Planta de poder |
Un motor radial de
siete cilindros Wright Whirlwind R-760ET de 235 hp que acciona
una hélice Hamilton Standard metálica bipala de paso variable en
tierra. |
Armamento |
Configuración 1:
Un portabombas bajo el fuselaje con capacidad para cuatro bombas
livianas, accionado eléctricamente por el piloto. Una
ametralladora Vickers calibre 7,50 mm en el puesto del
observador.
Configuración 2: Ametralladoras dobles calibre 7,50 mm
instalada en el capot que disparaban a través del disco de la
hélice, sincronizadas con el paso de la misma. |
Otros equipos |
Configuración 3:
Equipo de radio y antenas para misiones de comunicaciones,
comandables desde el puesto posterior de pilotaje.
Configuración 4: Una cámara vertical para la toma de
fotografías a través de una compuerta ventral. |
Fuente: Halbritter,
Francisco: "Historia de la industria aeronáutica argentina (Tomo
I)". |
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