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Una rueda menos

Anécdota de Ricardo Viti
(en base a un relato de Akin Viti)

Representación artística en la que se puede apreciar al "Tronco" de Akin Viti desde la cabina del guía de la formación poco después de descubrir la dramática circunstancia de nuestro relato (ilustración de Christian "Billy" Zambruno).

 


«...Las alas temblaban bajo el soplo del atardecer.
El motor con su canto mecía el alma adormecida.
Y el sol nos rozaba con su luz lívida...»
Antoine de Saint Exupéry

Base Aérea Militar "General Urquiza", Paraná (E.R.), año 1945. A una señal del guía, teniente Vedannia Mannuwal, doy motor a mi "AMB Tronco" y siento el viento poderoso de la hélice en plena cara. ¡Esto es vivir!

El verano ya se termina. Es una de esas tardes perfectas de cielo claro y sereno, de brisa suave y temperatura agradable. Es una práctica de vuelo en formación, somos tres aviones que decolamos juntos desde el campo de aterrizaje de la base. En menos de una hora volaremos como un solo avión. Atentos a las instrucciones del guía practicaremos virajes, trepadas, picadas y luego aterrizaremos tan unidos como nos fuimos.

El ejercicio exige concentración y destreza ("muñeca" se decía en esa época) y una cierta cuota de desafió. Junto con la vibración del motor se sienten los baches del césped desparejo del campo. Empujo un poco el timón hacia adelante y la cola se eleva. En segundos tiro suavemente hacia atrás y entonces la vibración desaparece. Estoy en el aire, me muevo en tres dimensiones, me siento poderoso, casi como un Dios. Miro al avión guía y trato de mantener la distancia y la posición relativa. Ya dejamos atrás el campo y volamos bajo sobre un maizal, subiendo lentamente.

De pronto, el guía me hace señas con el brazo, insistente. Lo observo sorprendido sin saber qué quiere. Señala debajo de mi máquina ¿Qué pasará? Giro la cabeza hacia los lados, no veo nada anormal, no hay humo, ni ruidos extraños. Muevo los comandos y el avión responde dócil y sin complicaciones. Vuelvo a mirar al guía y éste comienza a descender en vuelo casi rasante. Lo sigo. Ahora apunta al suelo donde la sombra de mi avión corretea por el sembradío. Casi enseguida me doy cuenta de lo que sucede: ¡Se me desprendió una rueda!

Muevo los planos en señal de entendimiento y rompo la formación para retornar a la base. ¿ Qué hago? Pocos meses atrás me recibí de piloto militar, no tengo mucha experiencia de vuelo y nadie, en los cuatro años de escuela, me ha preparado para esta emergencia. No tengo la menor idea de cómo salir de esto.

De golpe, la tarde apacible se ha transformado en una encrucijada que puede costarme caro, tal vez ésta sea la última tarde de mi vida. Los otros dos aviones aterrizan e, inmediatamente, dan la voz de alarma. Yo, mientras tanto, doy vueltas alrededor de la base sin tomar una decisión.

Estoy solo en el aire e incomunicado (los Troncos datan de los tiempos en que las radios no se habían inventado). Ver en tierra al camión de bomberos y la ambulancia colocándose en posición es a la vez tranquilizador y alarmante. Por momentos me vienen a la mente las imágenes de los compañeros que ya no están, aquellos que murieron en accidentes. Recuerdo el olor a carne quemada. ¿Seré uno de ellos hoy? Lo que más me asusta es morir quemado, capotar con el avión y derretirme con él en una masa irreconocible... ¡es tan fácil!

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Los aviones de la familia "Tronco" constituyeron la primera serie de escala industrial encarada por la Fábrica Militar de Aviones, que construyó 61 ejemplares entre 1934 y 1936. Asignado a misiones de entrenamiento y observación, fue un modelo bastante apreciado por los pilotos de la aviación militar argentina, quienes lo emplearon hasta 1946. A pesar de ello, sus variantes más viejas sufrían deficiencias de control direccional que provocaron no pocos accidentes. En la imagen observamos el ejemplar número 22, un Ae.M.O.1, accidentado en las afueras de Paraná el 22 de agosto de 1936 (foto vía Marcelo W. Miranda).

Decido quedarme con la menor cantidad de combustible posible y, como pichón asustado, revoloteo alrededor del nido, pensando. Recuerdo una película en la que un avión averiado aterriza en un portaviones, le falta una rueda y el piloto espera hasta último momento para apoyar la pata manca, aterriza, gira y se detiene. Se salva. Decido hacer lo mismo.

Ha transcurrido casi una hora, es momento de intentarlo. Busco el mejor lugar del campo, lo circunvalo por última vez y con el viento de frente comienzo el aterrizaje. La obsesión de quemarme vivo crece en mi garganta. Voy a detener el motor antes de aterrizar, cortaré el flujo de combustible. Eso reducirá el riesgo de incendio, pero me exige absoluta precisión pues una vez que se pare el motor a poca altura no habrá espacio para volver atrás e intentarlo de nuevo.

Me concentro. Desciendo lentamente y ya sobre el campo apago el motor. El silencio que me envuelve es solo interrumpido por el sonido siseante del viento. La rueda que queda casi roza el pasto. Levanto el ala del lado opuesto y finalmente carreteo por el césped, estoy aterrizando. Por un momento eterno me deslizo en una rueda por la superficie. Lucho por mantener la otra ala levantada y, a lo lejos, escucho las sirenas que vienen a mi encuentro. Por fin, ya casi detenido, cede el ala y se apoya suavemente; el avión gira sólo un poco y se detiene.

¡Lo logré! ¡Estoy vivo! Me desembarazo del cinturón de seguridad y salgo fuera de la cabina. Las piernas apenas me sostienen. Ya sobre el ala, sonrío, respiro profundamente y miro alrededor. La tarde y Dios sonríen conmigo. Los que llegan me palmean la espalda y me dan la mano felicitándome. Soy feliz, soy dueño del mundo. Aquella noche en el casino de oficiales, hago honor a la costumbre aeronáutica por la cual todo piloto que salva su vida invita una copa. La mesa de vermú me cuesta treinta y siete pesos (gano noventa por mes); pero no me parece tan caro. Y no me canso de contar la experiencia...


Familia "Tronco" - Especificaciones comparadas

Variante Ae.M.O.1 Ae.M.Oe.1 Ae.M.Oe.2
Envergadura 12,30 m 11,80 m 11,80 m
Longitud 7,85 m 7,95 m 8,20 m
Altura 2,70 m 3,40 m 3,70 m
Superficie alar 19,00 m2 17,52 m2 17,52 m2
Peso vacío 950 kg 996 kg 1.003 kg
Peso máximo de despegue 1.434 kg 1.471 kg 1.478 kg
Carga alar 75,00 kg/m2 84,00 kg/m2 84,40 kg/m2
Velocidad máxima 220 km/h 215 km/h 220 km/h
Velocidad de crucero 190 km/h 190 km/h 195 km/h
Velocidad de aterrizaje 95 km/h 95 km/h 90 km/h
Techo de servicio 5.500 m 5.000 m 5.000 m
Techo absoluto 6.200 m 6.200 m 6.200 m
Régimen de trepada 250 m/min 250 m/min 250 m/min
Autonomía 4:45 hs 6:00 hs 5:45 hs
Alcance 926 km 1.140 km 1.120 km
Período de producción 1934-1935 1936 1937
Matrículas 1 a 41 42 a 47 48 a 61
Cantidad 41 6 14
Planta de poder

Un motor radial de siete cilindros Wright Whirlwind R-760ET de 235 hp que acciona una hélice Hamilton Standard metálica bipala de paso variable en tierra.

Armamento

Configuración 1: Un portabombas bajo el fuselaje con capacidad para cuatro bombas livianas, accionado eléctricamente por el piloto. Una ametralladora Vickers calibre 7,50 mm en el puesto del observador.
Configuración 2: Ametralladoras dobles calibre 7,50 mm instalada en el capot que disparaban a través del disco de la hélice, sincronizadas con el paso de la misma.

Otros equipos

Configuración 3: Equipo de radio y antenas para misiones de comunicaciones, comandables desde el puesto posterior de pilotaje.
Configuración 4: Una cámara vertical para la toma de fotografías a través de una compuerta ventral.

Fuente: Halbritter, Francisco: "Historia de la industria aeronáutica argentina (Tomo I)".
 
 
 

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