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El mismisimo Chuck Yeager,
parado sobre el ala de un P-51 Mustang contando anecdotas a un
publico que lo mira embelesado (foto Ricardo Viti). |
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Luego de poco más de
tres horas de viaje desde Chicago, llegué a Oshkosh, la convención de
aviación más grande del mundo.
Oshkosh Airventure es
organizado por la Experimental Aircraft Asocciation (EAA) y se
realiza en el pueblo de Oshkosh, estado de Winsconsin. Durante una
semana febril, se reúnen allí cerca de 10.000 aviones. Casi todos llegan
volando, aún los más antiguos. Muchos llegan con sus dueños y estos
plantan la carpa al lado del aparato y se pasan la semana volando y
viendo volar. Existen varias pistas y se utilizan simultáneamente. El
tráfico de aeroplanos es tan intenso que, en vez de llamar a los aviones
por su matrícula, los controladores los llaman por el modelo y el color.
En el caso de los ultralivianos, deben volar hasta un aeropuerto situado
a unos treinta kilómetros, registrarse allí y luego les dan hora para
que despeguen y aterricen sin problemas siguiendo un camino riguroso.
Hay varios hangares
gigantes donde las distintas firmas venden sus productos. También hay
tiendas de los principales fabricantes, tales como Cessna, Piper, HondaJet,
Eclipse, etc. Los aviones están organizados por áreas: aviación general,
ultraligeros, biplanos antiguos (sus dueños se visten de acuerdo con la
antigüedad del avión), cazas, bombarderos, etc. Dentro de cada área se
organizan por modelos. No es extraño, por ello, ver juntos a diez o
quince P-51 Mustang (¡cada uno cuesta un millón y medio de dólares y
alrededor de cien mil de mantenimiento anual!). Aquí destacan varios "heavies"
de la Segunda Guerra: un B-24 Liberator, un par de B-25 Mitchell, un par de B-17 Flying Fortress, un
Douglas DC-4 y un hermoso Avro Lancaster. Algunos de estos aviones se pueden
visitar pagando cuatro o cinco dólares. Por último, hay una zona
central donde se pueden ver algunos aviones modernos. En esta ocasión
había un C-17 Globermaster III, un F-18 Hornet y un A-6 Intruder. Varios trencitos
tirados por tractores llevan a la gente de un sitio a otro (el complejo
debe tener unos tres o cuatro kilómetros de largo).
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Aviones antiguos,
impecablemente mantenidos y en vuelo, como este P-40 Warhawk
(con marcas del 11th Fighter Squadron, 343rd Fighter Group) se
exhiben en tierra y en vuelo. |
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Por la tarde se realiza
el show aéreo. Todos los días vienen tres o cuatro grupos acrobáticos. A
mi me toco ver paracaidistas, una escuadrilla de biplanos y un par de
Extra 300 haciendo locuras. Pero lo mejor de todo,
si es que esto se puede decir pues todo vale la pena, es el show de los
aviones antiguos. Primero despegaron unos
cinco Mustang, luego les siguieron los aviones entrenadores a reacción, entre los que figuraban el venerable Saeta español,
un Vampire inglés y varios entrenadores polacos no tan antiguos.
Algunos aviones
simularon una carrera. Les siguieron un F-86 Sabre y un par de MiGs, un
MiG-15 Fagot y un MiG-17 Fresco enlazados en "dog fight". Por último despegaron los
B-25, el B-24, un DC-3, el Lancaster y los B-17 (también había un Ju-52
Tante Ju pero no voló). Estos paquidermos volaron en escuadrilla y
simularon un bombardeo. Pasaban volando por un costado de la pista y
luego los organizadores hacían estallar bombas en el césped para dar la
impresión del ataque. Como broche final hicieron, bajo el toque de
"silencio", la famosa pasada en que uno de los aviones de la escuadrilla
se separa representando al compañero perdido.
Estuve en Oshkosh desde
las 7:30 de la mañana hasta las 18:30 de la tarde, sin descansar. Pero,
en realidad, los que saben dicen que se necesitan por lo menos dos o
tres días para conocerlo todo. ¡Visitar Oshkosh es como un viaje a la Disneylandia
de los aviadores!
Ricardo Viti
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