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El escalofriante cruce de dos
C-101 de la Patrulla Águila. |
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En el magnífico
escenario de la Playa de la Malvarrosa, a orillas del Mar Mediterráneo,
y en un día en que la meteorología evolucionó desde un 70% cubierto a un
cielo limpio y luminoso, más de 50.000 personas, según datos
proporcionados por la policía local, quedaron entusiasmadas presenciando
el magnífico festival aéreo organizado por la Fundación Aérea de la
Comunidad Valenciana (FACV) y el Real Aero Club de Valencia (RACV).
El evento se inició a
las 11:00 horas con un desfile de ultralivianos, los entrañables pájaros
de tubo y tela, pertenecientes al Aero Club de La Llosa, seguidos por el
desfile de una formación de Cessnas de la Escuela de Pilotos Aero-Valencia,
tras de los cuales se produjeron unos magníficos saltos de precisión
realizados por los paracaidistas deportivos del Para Club Valencia,
lanzados desde 9.000 pies por un transporte C-212 Aviocar del Ejército
del Aire. Tras ellos, y desde una altura mayor, se lanzó Juan Ventura,
especialista en salto base y miembro del equipo Red Bull, que, con un
traje especial, voló en espectacular caída libre hasta abrir su
paracaídas a una altura de 1.200 pies.
Cuando los
paracaidistas llegaron al suelo correspondió el turno a los PA-28 de la
Escuela de Pilotos Air-Med, que desfilaron volando en formación y, a
continuación hubo una extraordinaria tabla acrobática de 15 minutos de
duración a cargo de Juan Velarde, miembro del Equipo Nacional de
Acrobacia Aérea, que voló sobre un Sukhoi 29 provocando el entusiasmo
del público. Tras la tabla acrobática, un helicóptero Bo-105 de la
Guardia Civil realizó una magnífica exhibición en la que se pusieron de
relieve las potencialidades de esta veterana aeronave. Y cuando ésta se
retiró, ocupó su lugar el Sukhoi 27 de color rojo de Castor Fontoba,
campeón de España de acrobacia aérea, que llevó a cabo una magistral
exhibición durante casi veinte minutos.
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Una AISA I-11B y tres Bücker Bü-131
Jungmann constituyeron una hermosa formación de aviones
históricos. |
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Castor fue sucedido por
una formación de aviones históricos pertenecientes a la FACV y a la
Sección de Aviones Históricos del RACV. Con un AISA I-11B de 1958 como
líder, la formación de rombo se completaba con tres Bücker Bü-131
Jungmann construidas todas ellas antes de 1955. Los cuatro veteranos
desfilaron orgullosos sobre la playa, siendo aplaudidos con entusiasmo
por el público y cediendo su lugar a un magníficamente conservado North
American T-6G de la FACV que, pilotado por Vicente Honorato, llevó a
cabo un vuelo realmente espectacular.
Alcanzando el climax
El ronco bramido del
motor radial del T-6 fue reemplazado por el aullido del reactor ATAR de
un Dassault Mirage F-1 del Ejército del Aire, perteneciente al Escuadrón
141 de la Base Aérea de Los Llanos, en Albacete, que realizó una
exhibición realmente increíble. Puedo decir que nunca, en mis muchos
años de experiencia, había visto realizar a un F-1 una exhibición tan
espectacular. Tras el Mirage ocupó su lugar en la caja de la exhibición
el Sukhoi 29 de Sergio Pla, miembro del Equipo Nacional de Acrobacia
Aérea y perteneciente a las entidades organizadoras del Festival, que
llevó a cabo una extraordinaria exhibición. Y tras él, la joya de la
corona, el Hispano-Aviación HA-220 “Supersaeta”, un avión histórico
recientemente incorporado a la colección de la FACV que, pilotado por
Víctor Lleó, llevó a cabo una exhibición realmente magistral.
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El Mirage F.1 del 141 Escuadrón
del Ejército del Aire. |
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Correspondería entonces
el turno a la Patrulla Acrobática de Paracaidistas del Ejército del Aire
(PAPEA), que saltaron desde 9.000 pies en dos grupos: el primero
realizando unos increíbles saltos de precisión – los cinco paracaidistas
cayeron, uno tras otro, dentro de un círculo de dos metros de diámetro
situado a cinco metros de distancia del público- y el segundo, de otros
cinco saltadores, realizando una exhibición de trabajo relativo en la
que pudimos ver la formación de un stick de cinco, del que después se
separaron dos paracaidistas realizando una espectacular pareja de espejo
que solo rompió cuando apenas faltaban treinta metros para llegar al
suelo. Finalmente, y como cierre, uno de los jefes de la Patrulla saltó
portando una bandera nacional de cinco por ocho metros que ondeó
orgullosa durante todo el salto, entre los aplausos entusiastas del
público. Tras la llegada a tierra del último paracaidista desfilaría el
Aviocar que los había lanzado, dando una pasada a baja altura mientras
oscilaba sus alas en señal de saludo.
El siguiente turno
correspondió a un representante de la aviación comercial, un Canadair
CRJ-400 de la compañía Air Nostrum, que opera los servicios de
Iberia-Regional y realizó unas escalofriantes pasadas a menos de diez
metros de altura, lentas y rápidas, también oscilando las alas como
saludo cada vez que pasaba delante de la tribuna de invitados. Y, como
cierre, la Patrulla Águila, la magnífica patrulla acrobática del
Ejército del Aire que, con sus siete CASA C-101, llevó a cabo la
extraordinaria exhibición de treinta minutos de duración a la que nos
tiene acostumbrados y que siempre nos asombra.
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El tradicional cierre de la
Patrulla Águila, antes de la ruptura final. |
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Pocos minutos después,
la FACV y el RACV comenzaban ya a hablar del Festival del 2006...
Julián Oller
Fotografías de
Josep Tomás
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